Mudarme ha sido un proceso raro.
Pedí el día para empacar las cosas del lugar que ha sido mi hogar por 5 años.
Mudarme no es algo nuevo para mi, desde que salí de mi tierra para adentrarme en el oscuro camino a la madurez me he cambiado innumerables veces, todas arrastrada por mi loca tía. Pero el evento nunca era tan traumático como lo fue en parte salir de casa de mis padres (que mas bien fue emocionante) porque con mi tía nunca me daba tiempo a acostumbrarme a un lugar, ni apegarme a el. Siempre era un lugar mas, con sus historias y anécdotas, pero un lugar mas, era mas preocupante ver como iba a moverme de ese nuevo lugar a la escuela y si todavía iba a contar con quien me llevaba o traía.
Pero este pequeño cuarto representó muchas cosas mas... no sólo por el hecho de que llegué a él por azares del destino (la tercera vez que intente durante esa fatídica semana de que me respondieran en el número) y que se volvió el testigo de mis momentos mas felices y mas oscuros.
Este pequeño cuarto que tantas veces me causó claustrofobia vio demasiado de mi, me vio pasar por etapas de mi vida que ni siquiera tenía idea que ocurrirían e influyó en otras. Me vio reir, me vio llorar, me vio durante mis etapas mas dificiles, constante, este lugar fue mi constante, mi santuario (aunque fuera a medias) mi refugio cuando ni siquiera podía salir a la calle.
Este cuarto me vio salir de la carrera y me vio pasar mi examen de titulación, recibió a los otros tres miembros de mi familia (en donde con trabajo y entrábamos) y me vio conseguir mi primer trabajo, dos años después me vio perderlo y luego conseguir mi trabajo actual que me permite finalmente dejarlo.
Empacar las cosas que me quedaré, tirar las que no sirven, regalar las que le servirán a alguien mas es tanto triste como emocionante. He tirado mil veces cosas que no me sirven, pero esta vez se siente diferente, se siente un adiós tanto dulce como amargo.
Dejar este cuarto es dejar atrás muchas cosas y las cosas que no me estoy llevando conmigo representan ese pedacito de mi que todavía arrastraba (y que seguramente psicologicamente también me llevaré), pero es raro, es un sentimiento intenso.
Estoy dejando atrás el cuarto de las paredes blancas y sus muebles de madera, de la tele vieja que me acompañó por 4 años (hasta que la reemplacé por la madre de todas las teles), de mi ventana frente a la cama, del piso que se mueve con cualquier carro, de mi árbol frente a mi ventana que siempre me regalaba insectos en todas las épocas del año y que en invierno recibía a las pasajeras aves migratorias.
Mi habitación donde ya no entraba, donde a lado de mi cama estaba la casa de la familia conejo, donde no podía trabajar porque solo tenía la cama, del cuarto frente al baño y a lado de la sala y comedor donde oía todas las fiestas de la dueña hasta las 2 am, de pelearme por el baño. El cuarto que me vio irme a mi primer viaje al extranjero, donde pase horas en el chat planeando el viaje a Europa y el que me recibió después de un mes de viaje (a solas, silencioso como siempre)
Es el adiós del cuarto que, irónicamente aunque nunca se planeó así, me vio pasar de la juventud a la adultez.
No veo el momento de irme, pero también me da nostalgia dejarlo atrás. Porque este fue el único lugar que en mis 9 años de estadía consideré mi hogar.
Pedí el día para empacar las cosas del lugar que ha sido mi hogar por 5 años.
Mudarme no es algo nuevo para mi, desde que salí de mi tierra para adentrarme en el oscuro camino a la madurez me he cambiado innumerables veces, todas arrastrada por mi loca tía. Pero el evento nunca era tan traumático como lo fue en parte salir de casa de mis padres (que mas bien fue emocionante) porque con mi tía nunca me daba tiempo a acostumbrarme a un lugar, ni apegarme a el. Siempre era un lugar mas, con sus historias y anécdotas, pero un lugar mas, era mas preocupante ver como iba a moverme de ese nuevo lugar a la escuela y si todavía iba a contar con quien me llevaba o traía.
Pero este pequeño cuarto representó muchas cosas mas... no sólo por el hecho de que llegué a él por azares del destino (la tercera vez que intente durante esa fatídica semana de que me respondieran en el número) y que se volvió el testigo de mis momentos mas felices y mas oscuros.
Este pequeño cuarto que tantas veces me causó claustrofobia vio demasiado de mi, me vio pasar por etapas de mi vida que ni siquiera tenía idea que ocurrirían e influyó en otras. Me vio reir, me vio llorar, me vio durante mis etapas mas dificiles, constante, este lugar fue mi constante, mi santuario (aunque fuera a medias) mi refugio cuando ni siquiera podía salir a la calle.
Este cuarto me vio salir de la carrera y me vio pasar mi examen de titulación, recibió a los otros tres miembros de mi familia (en donde con trabajo y entrábamos) y me vio conseguir mi primer trabajo, dos años después me vio perderlo y luego conseguir mi trabajo actual que me permite finalmente dejarlo.
Empacar las cosas que me quedaré, tirar las que no sirven, regalar las que le servirán a alguien mas es tanto triste como emocionante. He tirado mil veces cosas que no me sirven, pero esta vez se siente diferente, se siente un adiós tanto dulce como amargo.
Dejar este cuarto es dejar atrás muchas cosas y las cosas que no me estoy llevando conmigo representan ese pedacito de mi que todavía arrastraba (y que seguramente psicologicamente también me llevaré), pero es raro, es un sentimiento intenso.
Estoy dejando atrás el cuarto de las paredes blancas y sus muebles de madera, de la tele vieja que me acompañó por 4 años (hasta que la reemplacé por la madre de todas las teles), de mi ventana frente a la cama, del piso que se mueve con cualquier carro, de mi árbol frente a mi ventana que siempre me regalaba insectos en todas las épocas del año y que en invierno recibía a las pasajeras aves migratorias.
Mi habitación donde ya no entraba, donde a lado de mi cama estaba la casa de la familia conejo, donde no podía trabajar porque solo tenía la cama, del cuarto frente al baño y a lado de la sala y comedor donde oía todas las fiestas de la dueña hasta las 2 am, de pelearme por el baño. El cuarto que me vio irme a mi primer viaje al extranjero, donde pase horas en el chat planeando el viaje a Europa y el que me recibió después de un mes de viaje (a solas, silencioso como siempre)
Es el adiós del cuarto que, irónicamente aunque nunca se planeó así, me vio pasar de la juventud a la adultez.
No veo el momento de irme, pero también me da nostalgia dejarlo atrás. Porque este fue el único lugar que en mis 9 años de estadía consideré mi hogar.