Este nuevo año me recibió volando. Apenas estamos a 15 de enero y yo ya tengo en mi haber 3 vuelos, prácticamente uno por semana.
Debo confesar que el término de pies cuando yo uso metros se me escapa entre los dedos, se de cuanto es la conversión, pero nunca logro convertirlo.
Todo es muy diferente en el aire, la inmensidad de todo abruma, el miedo llega a paralizar. Es un excelente lugar para reflexionar, retomar la fe ( dependiendo del caso) o incluso dormir a pierna suelta. A mi se me escapa el de dormir por muy cansada que este.
También yo soy diferente y ni siquiera se explicarlo bien. En buena parte probablemente es por el mismo proceso de madurez, el cielo, la tierra y el mar se abren ante uno, en la inmensidad y sólo una cosa es la que necesitamos.
A veces comprender que es lo que debemos dejar atrás duele más que mirar adelante. Desde el aire todo se ve tan pequeño, incluso los problemas; pero también la vida se pasa más rápido.
Mientras miro por la ventana y el avión comienza a descender velozmente y mi vecino de asiento Mirrey con su suéter en cuello V de marca sin camisa abajo que hace ver su pelo de pecho (al más puro estilo de un ex-maestro), cuantos vuelos más están en mi futuro y cuantos espero que estén.